CASA IV |
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"Recuérdame.
Cuando todo se tambalee, y parezca desaparecer el mundo, Recuérdame. Bajo la cúpula ardiente del sol anciano, bajo el techo aterciopelado De las constelaciones… Cuando el dolor apuñale con aceradas saetas de pena, Recuérdame. En la corriente de los mansos ríos, en la quietud dorada de las tardes Que estimula el verano. Cuando la soledad sea un aullido de perros escondidos en la niebla Que muestran los colmillos… Cuando la llaga del corazón reviente, mal herido de un instante Turbio, de un golpe atávico. Recuérdame. Recuérdame, porque una llamada, un reclamo, una lágrima Puede hacerme atravesar mil mundos. Tengo el poder de la sabiduría de los siglos... Tengo el poder De la concordia. Tú me has dado ese poder. En el abrazo fatal del mar embravecido, en los ecos del huracán Que amansó las cumbres… Cuando la rabia te consuma el alma, cuando el orbe Parezca girar y desplomarse entero, Recuérdame. Una palabra, un pensamiento, mi nombre Que es el nombre de Dios hecho mi nombre, Pronuncia entonces. Y cruzaré desiertos y montañas, y viajaré eones, y a tormentas Me he de enfrentar: presta mi flecha de oro en Sagitario Y mi escudo marino, en Capricornio. Tú sólo admite una palabra: una sola palabra. Sólo, recuérdame. Y estaré allí". |
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Autora:
Fátima Martin Alonso |