Gracias a las investigaciones que se han realizado en los últimos años, se ha descubierto y demostrado la importancia de los factores psicosociales en el establecimiento de una enfermedad, pero a la hora de abordar a un paciente enfermo, pareciera que todavía nos resulta muy difícil no pensar a la enfermedad, solamente desde un punto de vista físico (médico).
El pensamiento del médico más famoso de la Grecia Antigua, Hipócrates, resume lo que trato de explicar:
"la salud es la consecuencia de haber alcanzado un estado de armonía en uno mismo y con el ambiente y cualquier cosa que afecte la mente, también afectará al cuerpo".
Es decir, la mente a veces se encuentra tan "cargada" de pensamientos, sentimientos, conflictos, etc. (por decirlo de una manera sencilla) que necesita que esa energía que se encuentra acumulando, se descargue de alguna forma, y muchas lo hace a través de un síntoma o una enfermedad.
A su vez este síntoma o esta enfermedad es la manera que tenemos de decirnos a nosotros mismos "que algo no está bien", "que algo nos pasa"... pero escuchar e interpretar ese mensaje es realmente muy difícil. Lo importante es conocer, que tenemos la capacidad de crear en nosotros enfermedades, que no es algo ajeno a cada uno "que nos viene de afuera", sino, ¿por qué en un grupo de personas expuestas a los mismos factores climáticos, algunas se enferman de gripe y otras no?, ¿qué es lo que produce que las defensas del organismo actúen en menor o mayor grado?.
Pues bien, los últimos estudios en neuropsicología demuestran que las emociones y nuestro sistema inmunológico se encuentran absolutamente relacionados.
Pero así como la mente puede producir enfermedades, también puede curarlas. A fines del 2002 los diarios más prestigiosos de Argentina publicaron información sobre nuevos estudios realizados en Estados Unidos en donde se demostraba que pacientes obsesivos compulsivos y deprimidos, superaron sus trastornos al ser tratados con medicamentos o bien con psicoterapia de charla.
Es decir, el cerebro respondió de la misma manera tanto con los psicofármacos como con la terapia a través de la palabra; para ser más específicos, los mapas cerebrales analizados mostraban las mismas modificaciones.
La conclusión a la que arribaron estos investigadores fue que ambos métodos son igualmente exitosos frente a estas alteraciones.
Esta investigación no hace más que demostrarnos el poder que tiene la mente sobre nosotros mismos y cómo a través de la percepción de un estímulo auditivo (la palabra), nuestra mente comienza a elaborarlo y a modificar su propio comportamiento.
Por supuesto que esto no implica abandonar todo tratamiento psicofarmacológico en pos de un tratamiento psicoterapéutico, todo lo contrario, en casos graves lo ideal sería lograr complementarlos.
Los psicofármacos poseen la ventaja de poder actuar en forma más rápida que la terapia a través de la palabra, pero ésta última corre con la ventaja de lograr que, aunque ya no se realice, no se repita el trastorno.
Es así como este artículo simplemente reitera lo que tantas veces hemos dicho: el poder se encuentra en nosotros mismos, el poder de curarnos y el de enfermarnos... la diferencia radica en cómo lo utilizamos.
El otro día en una charla con una licenciada en psicología hablábamos sobre el concepto de salud y enfermedad; hay cosas que si bien nuestra mente no puede cambiar (como puede ser una limitación surgida de un accidente) la diferencia entre un sano y un enfermo radica en el posicionamiento frente a eso que nos sucede... en no "engancharnos" con lo malo y valorar lo positivo (como puede ser el hecho de poder continuar con la vida, disfrutar de la familia, ver crecer a los hijos, etc.).
Nosotros poseemos la libertad de decidir nuestra vida más allá de los factores externos, nosotros somos los sanadores de nuestra alma, nuestra mente y nuestro cuerpo y los profesionales son sólo agentes que nos acompañarán, pero que muy poco podrán intervenir si nosotros no participamos activamente en el tratamiento.