-Hoy en la escuela, nos han hablado de cosas muy bonitas y muy extrañas.
-¿ De que iba hoy la clase?
-De religión .
-Ya, todo esto son tonterías; ami también me lo contaron, pero claro, cuando era más pequeña.
-¿Y no te interesó?
-¡Hombre, como cuento no esta mal! El que se lo inventó, debía tener mucha imaginación.
-¿Pero, y si no es una invención? ¿Y si todo es verdad?
-Por favor, seamos sensatas ¿eh? ¿Realmente puedes creer, que como dicen, todas somos hijas de un Gran SER que se llama Océano?
-Si lo dicen las gotas maestras... y también lo dicen las que tienen muchos años...... será verdad, ¡digo yo!.
-Ellas no lo han visto, ni tu tampoco. Ni yo, ni nadie.
-Eso es muy cierto.
-¿Lo ves?, piensa que si fuera verdad y realmente tuviéramos un PADRE común, con las amarguras que pasamos habría venido para ayudarnos, o como mínimo, se nos hubiera presentado aquí para decirnos ¡eh! que sí que existo, creed en mí.
-No sé, no sé; tal vez tu tengas razón y las otras están equivocadas.
-Claro que tengo razón.
-Entonces ¿por qué nos cuentan todo esto y nos hacen creer que es verdad?
-Pues porque les interesa.
-Ya. ¿y que interés pueden tener?
-¡Que infantil eres! A ellas les interesa mantener un orden. ¿Te puedes hacer una idea, de lo que ocurriría si nos contaran la verdad?
-¿Qué verdad?
-Pues la verdad de que después de la muerte no hay nada de nada: Te mueres y se acabó. Ni vas al Océano, ni a ningún sitio. Y si en tu vida tienes problemas, ni el Padre Océano, ni nadie te ayuda; solo tú, con tus propias fuerzas, te puedes ayudar.
-Bueno, y ¿qué ocurriría si nos contaran esta verdad?
-¿Tu estás segura, de que no hay nada de verdad, en todo esto que nos cuentan?
-Segurísima.
-Pues ocurriría que cada gota viviría como le diera la gana, sin orden ni concierto. Y si haciendo daño a las demás, te beneficias, pues a fastidiar al prójimo tanto como puedas.
-¿Y por qué tu no haces lo que te da la gana?
-Bueno, en realidad estoy casi segura. Y solo me porto bien, por si acaso.
-Pues yo creo, que algo de verdad hay en lo que nos cuentan. ¿Sabes lo que te digo? Voy a coger mi petate y saldré a buscar al Padre Océano yo sola, a ver si lo encuentro.
-¡Que boba eres! Si lo encuentras me avisas.
-Si puedo, claro que lo haré.
La gotita andó muchos años, siempre sola. De cuando en cuando, se encontraba con alguna gota mayor, que buscaba lo mismo, pero tomaba otro camino. Y la gota mayor, compartía su alimento con la gotita mas joven.
Al final, se encontró cara a cara con el Gran Océano y lo reconoció. No cabía en sí de gozo.
Y... el Gran Océano le hablo:
- ¡Bienvenida...!
La gotita de agua, con los ojos muy abiertos, miraba, pero no podía hablar.
El Océano continuó diciendo:
- No te extrañes de haberme encontrado. Te he estado llamando, y te he guiado hasta aquí con mi voz. Te estaba esperando.
Al fin la gotita pudo reaccionar. El corazón no le cabía en el pecho de la inmensa alegría que sentía.
- He de avisar a mi compañera.
- No puedes ir.
- ¿Por qué no?
- Por dos motivos, primero: si vas y le cuentas que me has encontrado, no te va a creer, ni ella, ni nadie. Dirán que te has vuelto loca y te encerrarán.
Y en segundo lugare, porque tú debes entrar, ya es tu tiempo, y cuando entres, ya no querrás salir. Entonces te darás cuenta de las voces, los gritos y los gestos que hago para que todas las gotitas me oigan y vengan, pues éste es su sitio. Por esto es, por lo que tú no puedes ir allí. Fíjate además, en lo inmenso que soy, y por cuantos caminos se me puede encontrar.
Todas las gotas que has encontrado en tu camino, llegarán a mí, algunas ya están conmigo, otras se están acercando. ¿Te has dado cuenta que todas iban en solitario, como tú? Esta es la única forma de encontrarme, en soledad y silencio interior, solo así se me puede oír.
- ¿Y no hay alguna forma de ayudar..
- Ya sé en lo que estás pensando, y no es posible. Escucha: si voy allí, como pide tu compañera, la gotita incrédula, con toda la fuerza que tengo, sin querer, las aplastaría. No. YO, ya no puedo hacer más de lo que hago, y he hecho mucho. Ellas deben venir a mí.
-Ahora comprendo muchas cosas de las que contaban las gotas maestras, y antes no las entendía.
-Y ¿qué cosas no entendías?
-Pues... nos decían que todas somos hijas y parte del Océano.
-Claro. Y cuando entres, aún lo entenderás mejor, pues sentirás que YO SOY TU, y TU ERES YO.
La gotita de agua cerró los ojos y entró en el Gran Océano. Se fundió con él.
Gritó y gritó, llamando a su compañera la gotita incrédula, pero ésta, aun no escuchaba...
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Mari Luz Gª Ribalta |